¿Cómo puedo estar cerca de Dios?
7 de junio, 2024

Cuando se escribió el libro de 1 Juan, Jesús ya había ascendido al cielo. Se nos dice, "Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el final", y Él desea que continuemos teniendo comunión con Él, a pesar de que ahora está de vuelta en el cielo y nosotros aquí en la tierra. Juan nos habla a ti y a mí. Atraviesa casi veinte siglos, nos observa hoy en día y nos dice: "Queremos que tengas comunión con Él, y así es como se hace."
"… lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión es verdaderamente con el Padre y con su Hijo Jesucristo." (1 Juan 1:3)
¡Juan nos dice que podemos tener comunión con Dios! Uno de los prospectos más gloriosos que tenemos hoy es que podemos disfrutar de la comunión con el Padre, con el Hijo y los unos con los otros.
Pero, si Dios es santo y yo soy un pecador, ¿cómo puedo tener comunión con Él?
Los hombres han intentado lograr esto de tres maneras diferentes, dos de las cuales son incorrectas.
Método #1: Rebajar a Dios al nivel del hombre.
"Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad." (1 Juan 1:6)
¡Este es un lenguaje contundente! Si tú y yo decimos que tenemos comunión con Dios y caminamos en tinieblas, somos mentirosos. Soy demasiado cortés para decirlo de manera abrupta, pero Juan lo expresa con severidad.
Si afirmamos tener comunión con Dios pero seguimos en las tinieblas, mentimos. Si vas a caminar con Dios, debes caminar en la luz; pero si hay pecado en tu vida, no estás caminando con Él. No puedes rebajarlo a tu nivel.
"… Pero si andamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado." (1 Juan 1:7)
Él murió para salvarnos de la culpa del pecado. He sido salvado—eso se llama justificación. Estoy siendo salvado—eso es santificación.
Método #2: Elevar al hombre al nivel de Dios
Hay quienes dicen que el hombre ha alcanzado una perfección sin pecado y que vive en un estado muy elevado. Sin embargo, Juan aborda esta perspectiva:
"Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros." (1 Juan 1:8)
Esto es incluso peor que ser un mentiroso. Te estás autoengañando. Amigo, ¿a quién crees que engañas cuando dices que no tienes pecado? Te engañas a ti mismo y eres la única persona a quien engañas. No engañas a Dios, ni a tus vecinos o a tus amigos, pero sí te engañas a ti mismo.
Juan afirma que la verdad no está en esa persona porque no puede reconocer que es un pecador. Sin embargo, muchas personas siguen ese camino en su esfuerzo por cerrar la distancia entre ellos y un Dios santo.
Método #3: Confesar
Dado que no puedes rebajar a Dios a tu nivel y no puedes elevarte al suyo, ¿qué puedes hacer? Juan nos ofrece una alternativa:
"Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad." (1 Juan 1:9)
La palabra "confesar" proviene del verbo griego homologeo, que significa "decir lo mismo". Es importante que digas lo mismo que Dios dice. Cuando Dios, en su Palabra, señala que lo que has hecho es pecado, debes estar de acuerdo con Dios y verlo desde su perspectiva.
Y debes decir: "Tienes razón, Señor. Estoy de acuerdo contigo. Es pecado."
Racionalizarlo tampoco es una opción. Si Dios dice que es pecado, lo es, y debemos admitirlo tal como Dios lo declara. Eso es lo que significa confesar nuestros pecados y es una de las mayores necesidades que tenemos. Esta es la manera que Dios ha dispuesto para que un cristiano enfrente el pecado en su vida.
Cuando el Señor Jesús estuvo aquí, lavó los pies a sus discípulos. Hoy, incluso en el cielo, sigue lavando pies porque "habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin." (Juan 13:1)
Hoy está ceñido con una toalla de servicio. "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad." (1 Juan 1:9)
Debemos acudir a Él para ser limpiados una y otra vez, diciendo: "Mira, Señor. Aquí están mis manos. Aquí están mis pies. Aquí están mis ojos. Aquí están mis oídos. Aquí está mi mente. Yo quiero andar contigo, quiero amarte, quiero disfrutar de Ti. Quiero tener comunión contigo."
Ve al Señor, amigo, y ábrele tu corazón. Habla con Él como hablarías con cualquier otra persona. Cuéntale tus problemas, tus pecados, tus debilidades. Confíesale todo. Dile a tu Padre que quieres tener comunión con Él y que quieres servirle. Él ha creado una manera maravillosa para que volvamos a Él y tengamos comunión.
Jesús anhela nuestra comunión.
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