¿Quién es tu rey?

¿Quién es tu rey?
Todos le entregamos nuestro corazón a algo o a alguien: el dinero, el placer, la familia, o a nosotros mismos.
Si el centro de tu vida eres tú, entonces...Cristo no es tu Rey.
Jesús no vino a ser solo un accesorio en nuestras vidas. Él vino a gobernar nuestros corazones como Rey y a ofrecernos la reconciliación con Dios.
Muchos creen que son “buenas personas” y hasta son parte de una iglesia, pero si sus decisiones, planes y deseos no se someten a Cristo, están viviendo como si ellos fueran el rey.
Jesús no acepta un trono compartido. O gobierna Él... o gobiernas tú.
El problema del ser humano no es falta de motivación ni de autoestima. Es un problema de rebeldía contra Dios.
La Biblia dice: “Todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
Pecar no es solo cometer actos malos; es vivir ignorando a Dios, como si no tuviera ningún lugar en tu vida. Es rechazar Su autoridad y decirle con tus acciones: “No quiero que Tú dirijas mi vida; yo decido por mí mismo.”
Esta rebelión contra el Rey del universo tiene consecuencias graves: la muerte (Romanos 6:23).
Aquí está el gran peligro:
Pensar que estás bien con Dios cuando no lo estás. Vivir engañado, confiando en tu religión, tus buenas obras o tus buenas intenciones, es caminar directo al juicio.
Jesús advirtió: “Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor’... entonces les declararé: ‘Nunca los conocí’” (Mateo 7:22-23).
No hay nada más trágico que creer que estás en paz con Dios, y descubrir demasiado tarde que no lo estabas.
Pero ¡hay esperanza!
Dios, en su misericordia, no nos dejó sin salida. Envió a Su Hijo, Jesucristo, quien vivió sin pecado y murió en una cruz en lugar nuestro.
Lo más glorioso: ¡resucitó al tercer día! Venció a la muerte, y ahora ofrece perdón, libertad y vida eterna a todos los que se arrepientan y crean en Él.
Creer en Jesús no es solo aceptar que Él existió o repetir una oración. Es creer que Él es quien dijo ser: el Hijo de Dios, el Salvador del mundo y el Rey eterno.
Es rendirse a Él. Es obedecerle, seguirlo y amarlo. Es abandonar tu trono para rendirte al Suyo.
“Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla” (Filipenses 2:9-10).
¿Y tú? Estás listo para dejar el trono de tu vida y doblar la rodilla ante Cristo?
Arrepiéntete de tus pecados. Deja de vivir para ti mismo. Cree en Jesús y confía en Su obra en la cruz. “Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
Hoy puedes pasar de la condenación a la vida. De ser un esclavo del pecado a la libertad de ser un hijo amado de Dios. Cristo está vivo y reina. La pregunta es: ¿reina Él en tu corazón?
Arrepiéntete, cree en Él, y sé reconciliado con Dios. No hay decisión más urgente.ar de la condenación a la vida. De ser un esclavo del pecado a la libertad de ser un hijo amado de Dios. Cristo está vivo y reina. La pregunta es: ¿reina Él en tu corazón?
Arrepiéntete, cree en Él, y sé reconciliado con Dios. No hay decisión más urgente.